Aventurarme a escribir en este espacio, forma parte de un ejercicio auto-terapaeutico que me ayuda a disciplinar un poco las rutinas de escritura, el ejercicio de repensarme y mirarme en el medio de un duelo que he comprendido permanente y que viene acompañado de otros duelos intensos y llenos de soledad.
Migrar voluntariamente obligada por un sistema retorcidamente podrido ha sido desde luego, la decisión más difícil de mi vida y la más aleccionadora.
Volver a ver la vida desde el huequito de la semilla que ha sido plantada en nuevas tierras, donde todo huele y sabe distinto pero sobre todo, donde no tenemos historia alguna que nos haga “volver” a la tranquilidad y la alegría de la infancia o la juventud, nos obliga a vivir en una nostalgia interminable, una extrañeza profunda y sobre todo en una soledad de historias que aunque pocas veces se hable de ella, nos atraviesa a los migrantes todos.
El truco, para sobrevivir, es sin duda, comenzar a crear nuevas historias, apropiarnos de los rincones de esas calles desconocidas y llenarlas de buenos momentos, de encuentros que serán reencuentro cuando el tiempo haya pasado.
Y aquí, todo parece doler más, es como si con el pasaje sin retorno se adjuntara un kit de aumento de la intensidad de todo cuanto sientes de todo cuanto te pasa, y una vez más, el truco es recordar que ese kit es valido para lo que duele y para lo que nos hace felices.
Volver a creer, a confiar y a disfrutar, volver a empezar una y otra vez, cada mañana, cada mes, cada año.
Y si, es posible, pero también es jodidamente agotador y de ese cansancio, de esa nostalgia surgen estas palabras que hoy comparto con ustedes:
Voy con el alma rota
Vacía de sonrisas
que se salieron por el impacto de la caída
no encuentro ninguna
parece que murieron como los peces
al salirse de mi pecho
he llorado tanto
nunca es suficiente
moverse entre tal desastre
es cada día más difícil
mi piel se descama de tristezas que parecen infinitas
no hay una sola mirada que me salva
a veces la tuya podría ser esperanza
pero el aire se convierte en la hoja afilada de la guillotina
decapitando mis esperanzas
respirar parece un acto heroico
como la rama de aquella rosa
que sobrevivió al diluvio
y sin saber cómo
sigue allí
No ha muerto
pero tampoco vive….
Saraí
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