
Este domingo estoy sentada sola, en el balcón de mi casa, el sol roza mis pequeños pies descalzos, que he desnudado con la clara intención de dejarlos al aire, entra de pronto una brisa helada del norte, como ese recordatorio de que aunque estés bien, siempre hay un filoso desastre que puede acabar con la calidez de una tarde de primavera soleada.
Tengo que decirlo, no estoy bien… no, el alma parece encogerse; levantarme y creer en cada suspiro se hace cada vez más difícil.
Pero lo estoy logrando.
Hay días en los que no llego a ser toda yo, otros en cambio parece que me voy a salir volando de lo grande que me siento… pero siempre, siempre hay un pequeño huequito por el que se salen mis fuerzas, como ese pequeño agujero que deshace el castillo hinchable en el parque del mundo.
Me pierdo y vuelvo tantas veces en un mismo momento, en un mismo suspiro quedo agotada, respirar un par de veces más, parece imposible… pero lo hago y entonces me lleno de vida otra vez y subo y bajo y subo y bajo…………………. y subo……………………. y bajo………………… y otra vez existir me sale caro.
Avanzo, me caigo… ya no grito, solo lloro en silencio cuando no me ven ni mis hijos, ni mis pacientes… aunque también me han visto llorar y saben que en esta fragilidad desesperada habita la misma hada que los sostiene, que les ayuda a reconocer sus alas y les lleva a volar.
Ser migrante, en una tierra que no te quiere, es en ocasiones tan doloroso como el calabozo del que intentamos huir, cuando salimos de aquella pequeña venecia que muere ahogada en la avaricia y el odio sin sentido.
Intentar seguir siendo quien elegimos ser, cuando todas las puertas se cierran y las ventanas se llenan de ladrillos, es una de las tareas más complejas que me ha tocado enfrentar.
Si les soy sincera, por momentos ya no quiero más.
Pero como diría un personaje célebre, morirse no es una opción, toca seguir; así que vuelvo a colocar mis pies desnudos al sol aunque se enfríen con el viento, inhalo profundo para que sea más lo que entra que lo que se escapa por este agujero desesperado que no tiene cura.
El destierro.
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